Jesús da vista a un ciego
JESÚS DA VISTA A UN CIEGO
HOLA NIÑOS, Dios les bendiga.Bienvenidos a su devocional creciendo con Jesús, un tiempo especial para aprender del libro más importante que existe, LA BIBLIA.
Recibir un milagro del Señor es algo maravilloso,
pero no todos lo comprenden. A veces la gente
nos critica o nos envidia por alguna bendición
especial que Dios nos otorga.
Hoy quiero contarles la historia de un joven que tuvo una experiencia extraordinaria. Como era ciego de nacimiento,
nunca había podido ver; pero al tener un encuentro
con Jesús recibió la vista. ¡Qué maravilla!
Podríamos pensar que esto sería motivo de alegría
para los vecinos y quienes oyeron acerca del milagro;
pero no fue así. Al contrario, la sanidad del ciego despertó envidia y enojo, a tal extremo que los fariseos
expulsaron al joven de la sinagoga. Ya no se le permitió entrar para adorar a Dios y
escuchar la lectura de las Escrituras.
Hoy también hay muchos que sufren por causa de
su fe en Jesús. Hay países donde se prohíbe la predicación del evangelio.
Seguir a Jesús puede
implicar sufrimiento, pero que ¡vale la pena! No hay
nada en este mundo que se pueda comparar con la
dicha de ser hijo de Dios.
Cierren los ojos... ¡ábranlos!, ¡ciérralos!, ¡ábranlos!, ¡ciérralos! Ahora todo está oscuro, ¿verdad?
Así era el mundo del ciego de la historia de hoy.
Abran los ojos. Ahora pueden ver otra vez. ¡Qué
bien se siente poder ver! Pero el ciego, por más que
abría los ojos, no podía ver. Nunca había visto a su
mamá. Sólo le había tocado las manos y la cara. Tampoco había visto a su papá.
El ciego nunca había visto las lindas flores y los animales que Dios creó. Sólo los había podido sentir y
oler. (Explique que así «miran» los ciegos.)
El ciego nunca había podido leer, ni escribir. No podía conseguir trabajo porque nadie quería emplear a
un ciego. Sólo podía sentarse y pedir limosnas.
Jesús pone lodo en los ojos del ciego
Jesús vio al ciego y sintió compasión por él. Decidió
darle la vista. Jesús hizo lodo y lo puso sobre los ojos del
ciego y le dijo que fuera a lavarse al estanque. Cuando
fue al estanque y se lavó los ojos, ¡el ciego pudo ver!
¿Qué creen que hizo el ciego que fue sanado? Creo
que miró, miró y miró. Abrió bien grande los ojos (abra
y cierre los ojos, mirando de un lado a otro).
Los vecinos del ciego sanado se asombraron, y se
preguntaron: «¿No es este el mendigo ciego de nuestro vecindario?»
«Sí, sí», decían algunos. «A él se parece», decían
otros. «Yo soy», afirmó el ciego sanado.
–¿Cómo te fueron abiertos los ojos? –le preguntaron.
Con toda paciencia el hombre les contó que Jesús
había hecho lodo, que se lo había puesto en los ojos,
y que le había dicho que se lavara en el estanque.
Los vecinos se asombraron de qué Jesús lo hubiera
sanado en un día de reposo. Inmediatamente lo llevaron ante los fariseos. Otra vez el ciego sanado tuvo
que contestar una serie de preguntas y decir cómo
había sido sanado.
–Es increíble –decían los fariseos–. Llamemos a
sus padres para preguntarles.
–Sí –es nuestro hijo–, dijeron sus padres. Sabemos
que era ciego, pero no sabemos cómo recibió la vista,
tampoco sabemos quién hizo el milagro. ¡Pregúntenle!
«Tiene que ser pecador el que le ha dado la vista»,
decían los fariseos; pero la gente se preguntaba cómo
un pecador podía dar vista a un ciego. Decían que era
pecador porque Jesús había hecho el milagro en un
día de reposo.
«Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que yo era
ciego y ahora veo», dijo el ciego sanado.
Los fariseos se enojaron tanto con él que lo expulsaron de la sinagoga. Eso era un terrible castigo para
un hombre judío. Ya no podría ir a la casa de Dios
para escuchar su Palabra.
«Creo, Señor»
Jesús se enteró de lo que había pasado y lo buscó.
–¿Crees tú en el Hijo de Dios? –le preguntó.
–¿Quién es Señor, para que yo crea en él?
–Pues, lo has visto –le dijo Jesús–. Yo soy.
–Creo, Señor –dijo el ciego sanado, y adoró a Jesús.
No le importaba que lo hubieran expulsado de la sinagoga. Tenía a Jesús; eso era suficiente.
No siempre es fácil seguir a Jesús. Hay niños que
son castigados por creer en Él.
Tal vez tus amigos se burlan de ti. Se ríen cuando
les dices que eres evangélico. Otros quizá dejan de
jugar contigo. El ciego tuvo que sufrir porque Jesús lo
había sanado. Hay niños, en distintas partes del mundo, que sufren porque aman a Jesús. ¿Saben, niños?
En 2 Timoteo 2:12 hay una linda promesa para los
que sufren por el nombre de Jesús. Leámosla.
«Si sufrimos, también reinaremos con él.»
En algunos países ponen a los padres que creen
en Jesús en la cárcel. No pueden estar con sus hijos. Oremos por todos los que tienen que sufrir por
el nombre de Jesús.
La enseñanza que nos dejó es que el poder de Dios es grande y puede contra todo siempre y cuando le tengamos mucha fe.
ResponderEliminarSalomón Aragón Díaz, 8 años.